Ya no hay manos que la cuiden y la labren. Que le hagan surcos para que la tierra beba. O que extiendan la mirada sin ver espinos y malas hierbas. Siempre en la memoria maestro.
Ya no hay manos que la cuiden y la labren. Que le hagan surcos para que la tierra beba. O que extiendan la mirada sin ver espinos y malas hierbas. Siempre en la memoria maestro.
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